Río + 20




Un año más y una cumbre más. Empezamos siempre con la esperanza de qué algo va a cambiar, pero al final sentimos la decepción de que no andamos ningún paso, sino desandamos parte de lo andado. Sólo se consiguen compromisos, pero éstos no siempre son vinculantes y aunque lo sean cada país tiene la soberanía de cumplirlos o no.
El pasado viernes, 22 de junio, se clausuraba la Conferencia Río+20 sobre Desarrollo Sostenible, en Río de Janeiro. Veinte años después de la histórica “Cumbre de la Tierra”, el mundo tenía sus ojos y sus esperanzas puestos en Brasil… el futuro de la humanidad estaba en juego y, como casi siempre, en manos de los dirigentes políticos.
El planeta Tierra es visto como un inmenso botín, extraño al hombre y por debajo de él, que hay que conquistar y del que hay que apropiarse con el mínimo esfuerzo y el máximo beneficio. La Tierra no es vista como la gran Madre sin la cual nadie puede vivir y en la que todos estamos relacionados y somos interdependientes, que tiene recursos limitados y a la que debemos respetar y cuidar. Esta visión cosmológica mercantilista y de conquista, es la que ha creado la situación actual donde un 20% de la población mundial controla y consume el 80% de todos los recursos naturales. Y, por mantener esa desigualdad, esa minoría dominante mantendrá una economía y política devastadoras, sin esperanza ni puertas para el futuro. La Rio+20 defraudó, como era de esperar, pero existe la visión de una fraternidad universal y de una hermandad estrecha de la humanidad con el planeta Tierra que fundamentan y exigen un nuevo comportamiento


Noticias Cumbre de Río:
El País.

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